jueves, 10 de noviembre de 2011

OPRIMIDO Y OPRESOR

Toda esta pedagogía comienza en el hombre, quien se pone así mismo como problema, ya que se da cuenta de que poco sabe de si mismo. En ese afán por conocer le conduce a hacerse preguntas, cuyas respuestas desencadenaran en nuevas preguntas.
Al hombre le preocupa su humanización, constatar esta preocupación implica reconocer la deshumanización, tanto humanización como deshumanización son un constante movimiento de búsqueda. La humanización respondería a lo que se conoce con el nombre de vocación de los hombres afirmada en el ansia de libertad, justicia y la lucha de los oprimidos por recuperar esa su humanidad que les ha sido arrebatada. La gran tarea de los oprimidos es primeramente liberarse a sí mismos y después liberar a los opresores. El problema se da cuando los oprimidos en vez de buscar su liberación por medio de la lucha, tienden a ser también opresores. Su ideal es ser hombres, pero para ellos, ser hombres, es la contradicción en que siempre estuvieron y cuya superación no tienen clara, equivale a ser opresores. Éstos son sus testimonios de humanidad.
Los oprimidos temen a la libertad ya que dejarían ahí un vacío ( el del opresor) para el que buscan llenarlo pero no sabrían como, y eso es lo que les produce ese temor. En los oprimidos, el miedo a la liberación es el miedo de asumirla. En los opresores el miedo es de otro tipo, es el miedo por perder ese derecho a oprimir que llevan a cabo.
Los oprimidos sufren dentro de su ser una dualidad, descubren que al no ser libres no llegan a ser auténticamente, quieren ser, pero temen serlo. Su lucha se da entre ser ellos mismos o ser duales, entre expulsar o no al opresor desde dentro de sí, la consecuencia de esto es un hombre nuevo, ni opresor ni oprimido.
Con relación al opresor, descubrirse como tal no equivale aún a solidarizarse con los oprimidos. El opresor sólo se solidariza con los oprimidos cuando su gesto deja de ser un gesto ingenuo y sentimental de carácter individual y pasa a ser un acto de amor para ellos. Sólo en la plenitud de este acto de amar se constituye la solidaridad verdadera.
La pedagogía del oprimido es la pedagogía de los hombres que se empeñan en la lucha por su liberación y debe tener, en los propios oprimidos que se saben o empiezan a conocerse críticamente como oprimidos, uno de sus sujetos. La pedagogía del oprimido, aparece como la pedagogía del hombre. La pedagogía partiendo de los intereses egoístas de los opresores, hace de los oprimidos objeto de su humanitarismo, mantiene y encarna la propia opresión. Es el instrumento de la deshumanización. Ésta es la razón por la cual ésta pedagogía no puede ser elaborada ni practicada por los opresores. Sería una contradicción si los opresores no sólo defendiesen sino practicasen una educación liberadora.
La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora, tendrá, dos momentos distinto aunque interrelacionados :



  • los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo con su transformación





  • *Una vez transformada la relación opresora, ésta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a se la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación.



    Una vez establecida la relación opresora se instaura la violencia.
    El acto de rebelión de los oprimidos es casi tan violento como la violencia que los genera. La violencia de los opresores, hace de los oprimidos hombres a quienes se les prohíbe ser. Sólo los oprimidos liberándose pueden liberar a los opresores. Para los opresores, la persona humana son sólo ellos. Los otros son objetos, cosas.
    La violencia pasa de una generación a otra, crea en el opresor una conciencia fuertemente posesiva del mundo y de los hombres. En ésta ansia irrefrenable de posesión, desarrollan la convicción de que les es posible reducir todo a su poder de compra. El dinero es para ellos la medida de todas las cosas. Ser para ellos es equivalente a tener. Los oprimidos son para ellos objetos, cosas, que carecen de finalidades. Sus finalidades son aquellas que les prescriben lo opresores.
    Hasta que los oprimidos no toman conciencia de las razones de su estado de opresión, aceptan su explotación. Aunque poco a poco la tendencia es la de asumir formas de acción rebeldes. Los oprimidos se sienten como si fuesen un objeto poseído por el opresor.
    Sólo cuando los oprimidos descubren nítidamente al opresor y se comprometen en la lucha organizada por su liberación, empiezan a creer en sí mismos. El camino para la realización de un trabajo liberador radica en el mero acto de depositar la creencia de la libertad en los oprimidos, pensando conquistar así su confianza, sino en el hecho de dialogar con ellos.
    La lucha comienza con el auto reconocimiento por parte de los oprimidos como hombres destruidos.
    A los opresores no les interesa que los oprimidos piensen para que no se vuelvan contra ellos. Negándoles el derecho a pensar se aseguran de que los hombres no se liberen y permanezcan por tanto bajo el yugo del opresor. Lo que pretenden éstos es transformar la mentalidad de los oprimidos y no la situación que los oprime.
    Nadie puede ser auténticamente prohibiendo que los otros sean. La búsqueda del ser más a través del individualismo conduce al egoísmo, tener más, una forma de ser menos.
    La existencia humana no puede ser muda, ni nutrirse de falsas palabras, sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transformen el mundo. Existir es transformar el mundo. La conquista implícita en el diálogo es la del mundo por los sujetos dialógicos, no la del uno por el otro. El amor es fundamento del diálogo. El amor es un acto de valentía. Es compromiso con los hombres, donde exista un hombre oprimido, el acto de amor radica en comprometerse con su causa. La causa de su liberación. Éste compromiso es diálogo.
    Si no amo el mundo, si no amo la vida, si no amo a los hombres, no me es posible el diálogo.
    No hay diálogo si no hay humildad.

    
     La solución está en la síntesis. Por un lado incorporarse al pueblo en la aspiración reivindicativa. Por otro lado, problematizar el significado de la propia reivindicación.
    Así como el opresor para oprimir requiere de una teoría de la acción opresora, los oprimidos, para liberarse, requieren igualmente de una teoría de su acción. El opresor elabora la teoría de su acción sin el pueblo, puesto que está contra él. A su vez el pueblo, aplastado y oprimido, no puede él solo construir la teoría de la acción liberadora. Sólo en el encuentro de éste con el liderazgo revolucionario se constituirá dicha teoría.



     

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